viernes, 15 de julio de 2022

"Comunidades energéticas locales" una oportunidad de producir y gestionar energía

Mediante esta figura la ciudadanía se convierte en el eje central del proceso de generación y uso de la energía al tiempo que aprende a gestionarla


La transición energética está dando la oportunidad a que pequeños y medianos proyectos locales compitan con otros mucho más grandes y globales. La aparición de nuevos sistemas de cooperación permite una gestión eficiente y colaborativa de nuestros recursos energéticos. Las comunidades energéticas están abiertas a que cualquiera que esté en su radio de acción y lo desee pueda participar, siempre que cumpla, claro está, con determinadas condiciones.

Pero, ¿qué se entiende por comunidades energéticas? El concepto nace a raíz de la orden del 22 de diciembre de 2021 del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que define una comunidad energética como una “persona jurídica que se basa en la participación abierta y voluntaria, controlada por socios o miembros que serán personas físicas, pymes o entidades locales, y que desarrollen proyectos de energías renovables, eficiencia energética y/o movilidad sostenible que sean propiedad de dicha persona jurídica y cuya finalidad primordial proporcione beneficios medioambientales, económicos o sociales a sus socios o miembros o las zonas locales donde operan, en lugar de garantías financieras”. 

En España el concepto de comunidades energéticas llega a través de los proyectos que se han creado de la mano del IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía). Este organismo lanzó en diciembre de 2021 varios programas de ayudas: CE-Aprende, CE-Planifica y CE-Implementa. Los dos primeros están pensados para comunidades que no tienen su proyecto desarrollado y no han creado la figura jurídica. Antes de la publicación de esta última norma, ya había otras figuras jurídicas sectoriales como las comunidades de energía renovable y las comunidades de energía ciudadana

Comunidad energética local es simplemente un concepto, pero si se quiere cumplir con lo que la norma indica y conseguir las subvenciones, se tiene que constituir mediante una cooperativa, una sociedad limitada, o una sociedad anónima, y además se tienen que cumplir las condiciones que la norma establece para poder ser comunidad energética.  

¿Porqué aparecen ahora? Se han conjugado varios factores. Por un lado, la evolución técnica, la reducción de costes de las energías renovables (especialmente las fotovoltaicas), y unas mejoras técnicas muy interesantes y potentes nos han llevado a esta situación. Por otro lado, está el problema medioambiental que tenemos con las emisiones de CO2.

La Unión Europea empezó a hablar de este tema y del empoderamiento de la energía de los consumidores en 2015, pues toda la energía la generaban grandes corporaciones, que eran las que determinaban el mercado. 

Hacia 2018 la UE lanzó poco a poco una serie de directivas que se fueron trasponiendo a la norma española. En ese año el IDAE las llamó comunidades energéticas. 

Tal y como dice José Luis Calvo González, profesor titular de la UNED, la situación actual del mercado energético tiene bastante que ver con las grandes empresas en las que se basa todo su funcionamiento. Este profesor explica que el mercado eléctrico es un mercado oligopolístico de grandes compañías y que frente a eso, considera que las comunidades energéticas locales traerán una sana competencia, eficacia y eficiencia, que permitirá reducir el precio de la energía.

Las comunidades energéticas tienen su base en las personas. Es un nuevo modelo de desarrollo de la actividad económica a partir de lo que quiere la ciudadanía. En estas comunidades el control efectivo está en manos de las personas que, democráticamente y de una manera participativa, transparente y autónoma, la gestionan. 

La mayoría de los proyectos de comunidades energéticas suelen ser de autoconsumo compartido, aunque también hay redes de calor y frío y otras aplicaciones. En cualquier caso, las comunidades energéticas son un buen cauce para que las personas del territorio sean protagonistas, partícipes, propietarias o financiadoras de las infraestructuras. 

Con estas nuevas figuras, el IDAE transmite que lo importante es tener un proyecto común y para ello hay que identificar un proyecto social además de la actividad económica. Después hay que definir bien las funciones y responsabilidades, porque generar comunidad no es sencillo: la participación es el reto más importante. También es importante generar alianzas y redes de apoyo, vincularse con otras asociaciones. Se trata de relacionarse con otros y generar comunidad. 

La comunidad de La Borreca 

Un ejemplo muy representativo de comunidad energética local es la que refiere María Isabel Fernández Rodríguez, concejal del Ayuntamiento de Ponferrada. En este municipio se ubicaron unas placas fotovoltaicas en el entorno del colegio de la Borreca, con objeto de beneficiar a zonas que sufren pobreza energética.
Dónde colocarlas? Oscar Cela Cobo, ingeniero industrial que dirige técnicamente el proyecto, comenta que la norma exige que en un radio de 500 metros alrededor de donde se instale la comunidad, o el punto de conexión. En este caso, la comunidad es la zona alta de Ponferrada, el barrio antiguo que tiene zonas deprimidas y en otros casos zonas rehabilitadas. Se han explorado diferentes posibilidades para que la población de esta zona se conecte a la comunidad energética.

Este proyecto partió con la integración de 48 viviendas con pobreza energética, y se decidió que alcanzaría los 40 kW con una instalación de 48 placas de 405 W, y cuyos cálculos se concretan en estas estimaciones: una inversión de 116.389 euros, una producción de 51.987 kWh y un precio estimado de mercado de 0,17 euros por kilovatio.

Con esta fórmula se evitarán 572,5 toneladas de CO2, con lo que además del consumo necesario para el colectivo destinatario, se obtendrá un ahorro neto de 300.513 euros en 25 años. En realidad, los cálculos apuntan a que se evitarán del orden de 900 toneladas, pero se han estimado menos porque lo correspondiente al resto lo podían gastar en otro tipo de cosas, como en la obra. Cella Cobo argumenta que con esos ahorros netos sobrantes, como no los pueden vender como energía, van a generar nuevos proyectos como cargadores eléctricos, o los van a convertir en energía térmica (calor, frío), que se puede almacenar o negociar. 

A la pregunta sobre plazos de amortización de la inversión en placas solares y duración de las mismas, Cela Cobo proporciona un dato revelador: para las comunidades energéticas que se acogen a los programas del IDAE, la ayuda alcanza aproximadamente un 60%, por lo que los periodos de amortización se reducen mucho. Si una instalación individual en 2021 se amortizaba en siete años, con las ayudas y con lo que ha subido la energía esa misma instalación ahora puede ser en cuatro e incluso en tres años. 

En cuanto a la duración de este tipo de instalaciones, Cela Cobo comenta que los paneles de alta calidad tienen un rendimiento asegurado de 25 años, pero en realidad duran mucho más. Este ingeniero de energías renovables tiene paneles con más de 25 años de funcionamiento, y aunque a partir de esos años el rendimiento ha bajado, son elementos muy estables que funcionan perfectamente.

El proyecto de la escuela de la Borreca es un buen ejemplo de cómo los promotores lanzan un nuevo modelo energético, luchan contra la pobreza energética y además es el punto de partida para otros proyectos sociales y técnicos como los cargadores de coches, que pueden mejorar la movilidad dentro de la ciudad en barrio antiguo de Ponferrada. 

Las comunidades energéticas locales apuntan a principios y valores de economía social y solidaria. Es un excelente cauce para que las personas del territorio sean protagonistas, partícipes, propietarias o financiadoras de las infraestructuras de los recursos energéticos. Suponen pasar de un sistema de gestión donde la ciudadanía tenía muy poco que decir a convertirse en protagonista y gestora de los recursos de su entorno. 



luis sordo iglesias @sirgledo

sábado, 18 de diciembre de 2021

El vehiculo electrico descarbonizará el transporte

Una alternativa para frenar el calentamiento global  es normalizar el vehículo de cero emisiones  con un coche que sea barato, fácil de recargar y que permita llegar a donde queremos ir



En julio de 2021 la Unión Europea propuso que a partir de 2035 no se puedan vender vehículos de combustión. Esto implica que para ese año debería estar concluido en Europa todo el despliegue de puntos de recarga eléctrica cada 60 Km. Este cambio supone normalizar el vehículo de cero emisiones, pero también que sea accesible, barato, recargable, fácil de usar y que nos permita llegar a donde queremos ir. Para conseguirlo tendrán que implicarse muchas instancias: fabricantes, administración, industria y sociedad. Aunque también surgen ciertas incertidumbres como el suministro de baterías y el contar con la suficiente energía para alimentarlos.

Metas y plazos 
Hay unas metas a alcanzar y unos plazos que, si no se logran, el futuro se va a complicar mucho. Por ejemplo, hay temas que atañen a los responsables de nuestra ciudad, como la necesidad de que los edificios  cuenten con espacios para implantar dispositivos de carga eléctrica de vehículos, y otros como limitar el acceso a los vehículos más contaminantes y   facilitarlo a los coches más limpios para favorecer la transición hacia los vehículos sostenibles. Con estas medidas se pretende frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, dado que en las ciudades la mitad de la contaminación procede de turismos y de vehículos de distribución urbana de mercancías. 

En muchas capitales los ayuntamientos están favoreciendo la renovación de sus flotas obligando a que los vehículos municipales sean flotas limpias, cambiando los autobuses a gas o eléctricos, y promoviendo también la construcción de electrolineras en puntos estratégicos para que se puedan recargar los coches eléctricos. Pero aún queda bastante por hacer. La normativa comunitaria marca unos plazos para turismos y vehículos comerciales ligeros: en 2025 habrá que haber reducido los vehículos de combustión en un 15%, en 2030 la reducción deberá alcanzar el 37%, y en 2035 deberán haberse eliminado todos los vehículos que no sean de cero emisiones en el tubo de escape

¿Podremos cumplir? 
Partiendo de estas fechas y condiciones cabría preguntarse si podremos cumplir ; para contestar a esta pregunta hemos recabado diferentes opiniones. El presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC), José L.Tafall, se posicionaba así en un encuentro-virtual de Movilidad Sostenible: 
“El sector del automóvil está poniendo todo el esfuerzo y toda la inversión, de forma que ya  el año pasado se produjeron en España 55.000 vehículos, y  la cuota de matriculación de turismos está ahora entre un 7%-8%, cuando por ejemplo en 2019 teníamos tan solo un 0,6% de cuota. Es decir,  el esfuerzo del mercado y del sector es importante. ¿Este ritmo es suficiente? ¿Es el que debemos llevar? La realidad es que no. Nos estamos quedando en el grupo de los países más atrasados de Europa respecto a la “cuota de penetración de mercado’”.  

Sería necesario acelerar este proceso, pero el problema no es por la falta de vehículos: tenemos todas las gamas, en todas las marcas, vehículos eléctricos e híbridos enchufables. Entonces ¿qué nos impide avanzar? Por un lado, está el acceso a la compra: el coste de adquisición del vehículo eléctrico es superior al de combustión. Esto cambiará con el tiempo, pero hoy por hoy es así.  Por otro lado, está la  seguridad de uso. Tenemos una infraestructura que aún es escasa y que hay que reforzar y aumentar de calidad. El 83% de los puntos tienen una potencia inferior a 22 kW. Hay que multiplicar por 30 el nivel actual de puntos de recarga, simplemente para poder cumplir el plan nacional integrado de energía y clima que envió el gobierno a Bruselas.

Escasez de infraestructuras
Uno de los mayores problemas es la incertidumbre sobre si dispondremos de suficiente infraestructura para recargar los vehículos eléctricos, por lo que se impone acelerar su construcción y puesta en servicio de una red suficiente. Sin embargo, la opinión pública ya asume que la transición hacia la electromovilidad es irreversible. Este año las ventas de vehículos electrificados han superado a las ventas de vehículos diésel en toda Europa. 

Carlos Bergera de Iberdrola, que también estuvo en el encuentro-virtual de Movilidad Sostenible, comentó que el problema del desarrollo de esta infraestructura no es tanto que no estén haciendo la inversión o que no quieran hacerla, sino que es muy difícil desarrollarla en España por los 
problemas administrativos a los que se enfrentan. Hay una verdadera yincana de permisos y licencias y se llega a tardar, en algunos casos, hasta 3 años desde que hay un acuerdo para instalar un punto de recarga hasta que el punto de recarga está operativo. La media suele ser de ocho a diez meses. Las administraciones públicas están tomando medidas pero hay que acelerar mucho más el proceso administrativo de la instalación de puntos de recarga.

Los fabricantes de vehículos
Ellos no dudan que van a estar listos en 2035, con una gama amplísima y a buen precio de vehículos cien por cien eléctricos, pero también tienen miedo a que baje la demanda. Si el país y las instalaciones no están listas para “el todo eléctrico” hasta 2035, podría ocurrir que el parque continuara envejeciendo. El sector del automóvil piensa que para la transición a la electromovilidad el hibrido enchufable es un elemento esencial, porque a pesar de que tiene una parte de vehículo de combustión,  en ciudad este coche funciona como cien por cien eléctrico. 

¿Qué están haciendo los fabricantes? Renault, que ya cuenta con más de 400.000 coches por Europa, en 2025 quiere que el 65% de sus coches sean electrificados y el 90% en 2030. Todas las firmas trabajan en nuevos modelos que sean cada vez más asequibles, para salvar la distancia respecto a los vehículos de combustión. Ramón Calderón, gerente de movilidad eléctrica de SEAT, considera que en poco más de 5 años el 80% de los modelos eléctricos podrán cargarse en tiempos inferiores a 10 minutos. 

Por otra parte, insisten en que se debería desplegar una red de recarga pública suficiente. España tiene 250 puntos de recarga por cada millón de habitantes frente a la media europea, que es de 600 puntos por millón de habitantes. Debido a esto la penetración del vehículo en España es del 7% y en Europa del 17%. Ramón Calderón dice que es fundamental agilizar los trámites administrativos de apertura de los puntos de recarga pública, especialmente de alta potencia. Comenta que hay más de 4.000 proyectos de puntos de recarga estancados en alguna fase de gestión administrativa

Las personas usuarias de estos vehículos 
En este proceso de transición a la electromovilidad el eslabón quizás más débil es quien compra estos vehículos, pues la regulación empieza en Europa, pero afecta a quienes lo usan  que se preguntan ¿cómo lo recargo?, ¿qué autonomía tiene y qué me voy a encontrar? Pero hace falta que los mensajes que lleguen lo hagan en forma de soluciones y no de problemas. 

A la vista de esto, parece que los vehículos híbridos enchufables son el paso puente, porque quitan el miedo a ¿qué sucede si nos quedamos sin batería?  gracias a que quien conduce sabe que puede seguir con su motor de combustión, al menos hasta que haya una infraestructura suficiente por todo el país. ¿Qué necesitan realmente? Pues recargar en tiempo de que disponen. Si vas de viaje por Badajoz quieres parar 15 minutos y no dos horas; si tienes una flota quieres cumplir con tu lista de entregas; y si tienes un taxi, quieres parar lo menos posible

Un componente imprescindible 
Sin embargo, nos olvidamos de lo más importante para que funcione el vehículo eléctrico: la fabricación de las baterías. La Comisión Europea, ya en 2019, advertía que la demanda de baterías aumentaría muy rápidamente por este tipo de coche. La UE tan solo fabrica el 3 % de las baterías, mientras que Asia hace el 85 %.  Europa ahora depende mayoritariamente de la importación, tanto de baterías como de las materias primas empleadas en su fabricación. Para resolver este problema se creó en Europa la Alianza Europea de Baterías.

Las materias primas que intervienen en su fabricación (litio, níquel, cobalto, manganeso y grafito) sólo pueden conseguirse de un reducido número de países: 26. Además, las plantas de refinado y transformación de estas materias se encuentran concentradas en China, que domina la cadena de suministro de baterías de ion-litio.

Por el contrario, el desarrollo de la tecnología y las capacidades de reciclado de vanguardia a escala mundial son una oportunidad para Europa. Las baterías sostenibles, fabricadas con un abastecimiento responsable, con la menor huella de carbono posible y siguiendo un enfoque de economía circular, pueden ser el núcleo de la ventaja competitiva de la UE.  

De hecho, ya se cuenta con un consorcio que ha iniciado la construcción de una línea piloto en Suecia con apoyo del Banco Europeo de Inversiones. También se está invirtiendo en el desarrollo de baterías de ion-litio avanzadas, y posteriormente de ion-litio de estado sólido, cuya producción empezará en los próximos años. Para algunos grupos de materiales y de reciclado se están construyendo plantas en Polonia y Finlandia para producir materiales clave de estas baterías. 

Una cartografía de Europa revela que, pese al potencial geológico, la extracción de materias primas para baterías es limitada y se concentra en unos pocos países de Europa, que está por ver si están dispuestos a asumir los impactos de su extracción

Cómo lo alimentamos 
Visto todo el proceso, la siguiente pregunta es si, una vez desaparecidos los coches de combustión, contaremos con suficiente energía para alimentar a todos nuestros vehículos. El alimentar este nuevo coche va a entrar en competencia con los actuales usos corrientes que hacemos de la energía eléctrica, y si ahora producirla sin contaminación es un problema no menor, ¿qué pasará cuando también la consuman los coches?

Las energías renovables en estos momentos no dan todo lo que les pedimos, por lo que habrá que pensar cómo satisfacer esta nueva demanda. Aunque se han dado grandes pasos y se está acelerando la investigación e implantación de nuevas fuentes de energía sin CO2, la pregunta es si será posible, teniendo en cuenta los límites del planeta y los impactos que generará su producción en los distintos territorios.



luis sordo iglesias @sirgledo

sábado, 12 de junio de 2021

El marketing ético marca tendencia


 Ante los recelos que genera el marketing tradicional, surge el marketing ético, que pone el foco en tener un impacto positivo en las personas y en el entorno


El marketing se define como una ciencia que ayuda a captar y fidelizar clientes a través de la satisfacción de sus necesidades, lo que mejora las ventas pero también la relación entre la empresa y sus públicos. 

 Sin embargo, el público en general siempre ha mirado al marketing con recelo. Desde sus inicios este término ha tenido mala prensa, se le ha considerado como el arte de engañar al público para que comprara más. Un mecanismo de crear necesidades que la gente no tenía para así engordar las ventas. 

Como reacción a este sentir social, un amplio colectivo de profesionales del marketing se ha unido para dignificar la profesión y poner en valor su utilidad, tanto para el bienestar como para el desarrollo de la sociedad. Así emerge el llamado marketing ético. Nace como nexo entre personas que quieren vender y personas que quieren comprar de un modo coherente con sus valores. Esto no quiere decir que se olviden de la empresa, del producto o servicio, de los clientes, ni de vender, si no que ponen el foco en las personas, el valor, el mundo y el propósito.

 Laura Tuero experta en marketing y defensora de esta vertiente comenta que, al igual que le ocurría antes a ella, a menudo se encuentra con profesionales que se sienten mal a la hora de tener que vender y hacer marketing. Pero también a consumidores cada vez más exigentes y escépticos respecto a los valores reales de las marcas. Estos profesionales del marketing se sienten mal al hacer su trabajo porque antes fueron estafados o utilizados como consumidores. No en vano, a lo largo de la historia se han utilizado estrategias de venta muy cuestionables, aprovechándose de la falta de información por parte del consumidor.

La solución, según Laura, es poner en práctica en su trabajo algunos criterios ejemplarizantes: identificar el valor que tienes o puedes crear en lo que diseñas un producto o servicio; poner el foco en el impacto que generas en el mundo (medio ambiente, animales, personas, injusticias sociales…), con lo que los clientes conscientes llegarán a ti; o preocuparte más por el propósito que por las ventas. Con ello obtendrás una triple recompensa: sentirte bien con lo que haces, impactar positivamente en otras personas, y obtener beneficios económicos (y no económicos). 

Otro testimonio es el de Elena Rodríguez, que también trabaja en marketing y que durante el encuentro digital “Desafío en positivo” habló de su trabajo y del lugar en que lo realiza, Save the Marketing. Señala que para mucha gente marketing y ética son contrapuestos, lo que es comprensible. Pero ella quiere que su profesión tenga un propósito y desarrolle un marketing ético. Considera que hay muchos profesionales que quieren que el marketing responda a sus valores y que no les haga estar disociándose continuamente entre persona y profesional. Según cuenta “el malestar que provoca lo que te han dicho que tienes que hacer, lo que te han enseñado que funciona y que no responde a tu forma de ser, de sentir, de estar en el mundo. Pero tú no quieres renunciar a tu profesión, no quieres renunciar al marketing. Piensas que comunicar, llegar y conseguir saber lo que necesita la gente para que las empresas se lo ofrezcan, no tiene nada de malo”. 

Relata que desde hace unos cuatro meses un conjunto de profesionales que pensaban como ella se decidieron juntar. Hoy son unos quince, totalmente diferentes y de orígenes muy diversos, pero saben que tienen un propósito en común. 

Ese conjunto de profesionales pensó que la idea había que plasmarla en unos cuantos propósitos, tales como: velar por el impacto positivo de sus acciones de marketing sobre el mundo y las personas; enfocar el poder del marketing hacia el bien común; construir estrategia desde la autocrítica, la reflexión y la coherencia; comunicar con transparencia y honestidad; solucionar problemas, no crear necesidades; emocionar a las personas sin aprovecharse de su dolor; promover un consumo sostenible y consciente; escuchar con empatía a las personas y al mundo; apostar por la cooperación frente a la competición; perseguir un propósito conectando con sus valores más allá de lo económico; y finalmente participar en la creación de una nueva forma de hacer marketing. Como síntesis de todos estos propósitos Elena concluye que: “el marketing o es ético o no será”. 

Demandas de consumo ético 
Lo cierto es que el público es cada vez más exigente. La conectividad y los smartphones nos han hecho más exigentes, nos informamos sobre los productos que consumimos y cuestionamos los comportamientos de las marcas. El marketing ético es la respuesta a las demandas de las personas consumidoras 



 Cada vez más consumidores tienen en cuenta los valores y la ética de una marca en su elección de compra. Un estudio realizado por Cone Comunicatios arroja que el 91% de los consumidores esperan que las empresas hagan algo más que obtener ganancias, y que también operen de manera responsable para abordar los problemas sociales y ambientales. Un 84% busca productos responsables siempre que sea posible. Además, el 90% boicotearía una empresa si se enterara de prácticas comerciales irresponsables o engañosas. 

Incluso la pandemia está acelerando el consumo ético. Según los datos de la consultora Gelt, los consumidores ya muestran cambios radicales en sus costumbres: compras éticas, con mayor control a las marcas y con una visión social y global. Más de la mitad afirma que la política responsable de las marcas motiva sus compras. 

Se evidencia una clara tendencia en la que las personas usuarias no quieren ser meras compradoras sino agentes de cambio capaces de influir en el comportamiento de las empresas hacia posturas más éticas y respetuosas. La mayor parte de los consumidores recuerdan las iniciativas que las marcas han hecho o están haciendo en respuesta a la pandemia, y la mitad admite que esto hace que se relacionen más con estas marcas, por lo que influye en la decisión de compra. 

Una variante, o un precedente (según opiniones) del "marketing ético" es el “marketing con causa”, quienes lo defienden dicen de él que tiene la capacidad de enriquecer la variable producto, dotándolo de una dimensión social y medioambiental, consiguiendo así que quienes compren el producto acompañen a la empresa en su lucha por mejorar el mundo. 

Un marketing que además de saber detectar una necesidad y ser capaz de cubrirla con un producto o servicio adecuado para conseguir beneficios, también sea consciente de las necesidades de la sociedad y la capacidad transformadora que tienen las empresas. Este también nace como respuesta directa a las nuevas demandas de la sociedad. 

 En general las empresas responsables tienen en cuenta tres aspectos a la hora de fijar sus estrategias de marketing: los deseos del consumidor, las utilidades de la empresa y los intereses sociales, los cuales cada vez cobran mayor importancia. La razón para adoptar un “marketing con causa” es que los consumidores ya no quieren marcas que únicamente desarrollen su actividad para conseguir beneficios. Cada vez más personas buscan marcas socialmente responsables, marcas como agentes del cambio de perspectiva en todas las esferas de la producción, distribución y venta de ese producto o servicio.

Podemos concluir que tanto el “marketing ético” y sus variantes como el “marketing con causa”, ya son tendencia. Los profesionales del ramo los ven como el camino para ejercer la profesión de forma que sus decisiones de marketing tengan en cuenta no sólo el retorno o beneficio empresarial, sino también la perspectiva moral: “Si una decisión es o no correcta desde el punto de vista ético”. 


luis sordo iglesias @sirgledo

Los ODS trabajan la sostenibilidad


 Para conseguir que los "objetivos de desarrollo sostenible" arraiguen es necesario involucrar al sector privado, y aquí  vemos diferentes facetas de este proceso


 
Los ODS son una especie de legislación internacional blanda, dado que no hay manera de imponerla; tienen que ver más bien con la persuasión, con convencer a los gobiernos para que cambien su legislación. Tal como dice Kate Roll del University College London, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) tratan de arrancar compromisos y hacer que se cumplan mediante presión entre iguales, de forma que la transparencia y los informes de comparaciones estimulen la acción. 

 Durante la ponencia que impartió en las jornadas “Otra economía está en marcha” organizadas por la Universidad a Distancia (UNED), explicó que con esta presión de grupo: (Estados, sector privado, transparencia e informes, movilización de la sociedad civil, compromiso con los medios, ciertos financiamientos directos y priorización de políticas) tratan de generar una especie de expectativas compartidas de lo que es correcto, una aspiración universal para que el progreso humano sea inclusivo y sostenible. 

 Lo cierto es que los ODS fueron adoptados en 2015 por todos los Estados miembros de Naciones Unidas para acabar con la pobreza, proteger el planeta y conseguir la prosperidad en 2030. Pero cabe preguntarse si realmente sirven para algo, si están funcionando. Miranda Beacham, de Inversión Responsable de Argón, comenta que para que los países y gobiernos puedan cumplir con los objetivos planteados necesitan involucrar al sector privado. También, que aunque son útiles para identificar iniciativas, no son la mejor herramienta para evaluar los impactos de sostenibilidad a nivel empresarial. Son más bien unos objetivos para animar a los gobiernos a modificar sus políticas, que dejan mucho margen a la interpretación. Así, si una empresa afirma que está alineada con los ODS ya parece que está cumpliendo, cuando en realidad deberían estar alineada con las metas. 

 En nuestro país, la Red Española de Desarrollo Sostenible (REDS) contribuye al diseño e implementación de soluciones transformadoras para el desarrollo sostenible. Influye tanto en las políticas como en la toma de decisiones y medidas, gracias a la colaboración con las universidades y otros grupos de la sociedad civil. Los ODS estimulan el cambio y ayudan a las personas a pensar el desarrollo de una manera distinta y a crear nuevas prioridades. REDS dispone de una mesa en la que se compara el cumplimiento de los ODS en las distintas regiones, de forma que se genera una cierta competencia entre ellas por obtener los mejores resultados y definir prioridades legislativas. También la financiación directa es otro de los mecanismos. 

 Un ejemplo de la colaboración entre distintos actores es el que vemos entre la Fundación Aquae y la Universidad de Alicante. En este centro se impulsan proyectos formativos y de investigación universitaria, que se focalizan en el desarrollo sostenible y el agua. Este programa de colaboración se ha materializado en la creación de un doctorado industrial sobre micro plásticos, residuos de menos de 5mm que ingerimos a través de la alimentación y de gran toxicidad para nuestra salud. Según el rector de esta universidad, Manuel Palomar, los ODS están en el eje de su política de responsabilidad social universitaria y el caso de los plásticos ha sido uno de los primeros asuntos abordados mediante campañas informativas y de concienciación, para su erradicación total en el campus. 

 ¿Dónde se pueden utilizar los ODS? Para Kate Roll se trata de impulsar cuestiones relacionadas con el bien común, grandes desafíos a los que califica como misiones, porque están ligados a grandes objetivos. Para ello, las misiones deben ser claras, inspirar y tener una importancia social amplia. También deben ser medibles, tienen que tener plazos y ser realistas. Además de ser transversales, tienen que involucrar a varios sectores y actores, y los gobiernos tienen que implicarse si quieren hacer cambios de regulación. Finalmente, tienen que poner mucho énfasis en implicar a personas de diferentes sectores y soluciones de abajo a arriba. 

 Apunta también a algunas de las palancas que utilizan los gobiernos para incentivar el cambio en la forma de proceder de las empresas, y en los mecanismos que giran en torno a la tributación. En el caso de los impuestos a las empresas, en cómo hacer converger sus intereses con los objetivos sostenibles, sus cadenas de suministro y sus inversiones. Roll plantea tres modelos para alinear la política fiscal con los ODS, para que aborden desafíos clave y atraigan innovación. 
  •  El primero sería el que trata de buscar prioridades de los ODS en el sistema fiscal. Por ejemplo, el uso de incentivos fiscales para premiar el uso de recursos energéticos alternativos. 
  •  El siguiente modelo se basa, en vez de incentivos individuales, en un régimen fiscal en su conjunto. Por ejemplo, se trataría de que todo el sistema impositivo respaldase el desarrollo de los ODS. 
  • El tercer modelo vincula el alineamiento fiscal con los impuestos. Es decir, se trata de analizar cómo una empresa o un individuo está convergiendo o alineando sus acciones con los ODS y si lo hace, se le puede dar un tratamiento fiscal distinto. 
 En otro orden de cosas y a distinta escala, una palanca que ayuda a las administraciones a promover cambios en línea con los ODS es incluir criterios específicos en la concesión de las subvenciones. Tal y como señala Yolanda Morales, funcionaria de la Diputación de Zaragoza, la administración pública puede poner en las convocatorias especificaciones relativas a los ODS, de forma que para otorgar las ayudas haya ciertas condiciones. De esa forma se puede exigir que los receptores tengan en cuenta que los proyectos sean socialmente responsables y medioambientalmente sostenibles. 

 Por su parte, las empresas también se están aplicando en hacer los deberes. Como explica la experta en marketing digital Sara González, saben que en el futuro serán valoradas en gran medida no solo por su éxito empresarial sino también por su contribución al cuidado del planeta. Cada vez son más las empresas que se unen a esta lucha para minimizar sus impactos negativos, así como para maximizar los efectos positivos tanto en las personas como en el planeta. Es más, la adopción de los ODS puede beneficiar en gran medida a las empresas demostrando confianza y credibilidad, lo que reportará una imagen pública positiva para clientes y stakeholders, así como un buen ambiente de trabajo para sus empleados. 

 Paloma de la Puente, experta en Sostenibilidad de Conese, comenta el gran impulso sectorial que se está dando en materia de ODS. Destaca lo que se está haciendo en la empresa de automoción Sernauto, y que demuestra que las empresas de manera sectorial pueden promover buenas prácticas y visibilizar lo que están haciendo. En Conese integran la sostenibilidad en las organizaciones y las apoyan en su desarrollo a través de un análisis de la cadena de valor. De esta forma consiguen un valor diferencial para ser más competitivos, poner en valor el conocimiento, colaborar y co-crear. Y, al final, conseguir involucrar más a los stakeholders que rodean a las organizaciones y generar un impacto positivo en términos de sostenibilidad. 

 Las pequeñas y medianas empresas también están apostando por los ODS. Así tenemos a las pymes del metal de Navarra que han ideado un plan de desarrollo sostenible ligado a la agenda 2030, proporcionando la oportunidad a sus empresas asociadas para guiarlas dentro del nuevo marco y avanzar en su alineamiento con los ODS. 

 En resumen, no todas las organizaciones se encuentran en la misma situación para llevar a cabo los cambios. Cada una tiene impactos en distintos ODS y de distinta intensidad, y con diferente capacidad de actuación. Por ello, las empresas van a tener que realizar un análisis detenido e individual sobre qué estrategia implantar en su caso, analizando la situación tanto interna como externa en profundidad para poder llevar a cabo el cambio que necesitan. La labor en este gran proceso de cambio no es únicamente de las empresas, sino que tiene que ser un trabajo conjunto entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad. 


luis sordo iglesias @sirgledo

martes, 26 de enero de 2021

El sistema financiero, dudas sobre su función


 ¿Para qué sirve el sistema financiero? Su funcionamiento actual, marcado por la especulación y la falta de controles, dista mucho de los objetivos con los que surgió


¿Estás contento con cómo te trata tu banco o caja de ahorros? ¿Cuándo tienes necesidad de financiar un proyecto o hacer frente a un gasto extraordinario, consigues que te den una respuesta razonable y justa a tus demandas? El sistema financiero se creó para captar ahorros y ponerlos a disposición de quienes querían desarrollar proyectos y actividades pero no disponían de liquidez. También, para movilizar recursos ociosos y gestionar los riesgos que conllevan estas transacciones. Sin embargo, ahora una buena parte del sistema financiero no se ocupa de estos quehaceres, sino que responde a movimientos especulativos. 

 El sistema financiero no orienta suficientemente el crédito hacia la inversión productiva y a la economía real, tal como recoge el informe anual de la UNCTAD. Este organismo indica la necesidad de reformar tanto a nivel nacional como mundial las políticas económicas para cambiar el funcionamiento del sistema bancario, para que se concedan más créditos para actividades productivas. También menciona que los bancos centrales tienen que contribuir activamente a estimular la inversión, respaldar la transformación de los plazos en el sistema bancario y obligar a los bancos a prestar más dinero para financiar la inversión productiva.. 

En la actualidad una gran parte del dinero desaparece de la economía productiva y 
recala en la economía especulativa, lo que dificulta el acceso al crédito de la actividad empresarial. Son las pymes especialmente las que sufren la situación, ya que en este entorno se mueven con desventaja. A pesar de las normativas de cobros y pagos, quienes primero incumplen la norma son las grandes empresas en contra de las pequeñas, con menor fuerza negociadora. Es habitual que las pymes no cobren antes de los cien días, agravando el problema de tesorería.

En busca de la rentabilidad
A partir de los años setenta, con el aumento de la inflación, los bancos tuvieron menos beneficios por los depósitos bancarios. La reacción fue dedicarse a hacer préstamos más rentables y arriesgados, buscando la rentabilidad en otras operaciones. Así, una parte de los fondos fue a parar al sector inmobiliario y a sectores especulativos donde se crearon burbujas económicas.

¿Pero, cómo funcionan estas actividades? La banca formalmente está divida en dos grandes ramas: banca de depósitos y banca de inversión, para ayudar a las empresas a conseguir inversores. Sin embargo, ambas ramas suelen estar adscritas a un mismo banco. Los bancos de inversión son gigantes financieros que actúan lejos de la economía real, no gestionan clientes minoristas sino grandes inversores o inversores institucionales, los denominados fondos de inversión. En Estados Unidos esta dualidad se mantuvo así desde 1933, cuando se aprobó la Ley Glass-Steagall, hasta que se derogó en 1999. Curiosamente, esta ley se hizo con el fin de reformar el sistema financiero y bancario, y justamente esta separación era una de las medidas para evitar que se repitiese una experiencia traumática como el crack del 29. Curioso lo que pasó en 2008. 


La hipótesis de la inestabilidad financiera de Minsky dice que cuando el optimismo alto y hay fondos suficientes disponibles para la inversión, los inversores prefieren pasar desde el extremo seguro de la cobertura al arriesgado final especulativo. Es decir, tratan de aumentar los rendimientos aumentando su endeudamiento y sacrificando su liquidez. Y esto es lo que ocurrió en 2008. También los bancos, a pesar de la imagen que tienen de mayor seriedad y de las regulaciones a las que están sujetos, participaron activamente en operaciones de riesgo. Desde 1999, disponían además de los depósitos para hacerlo. 

Especulación y mercados financieros
¿Y qué es la especulación? Por poner un ejemplo: normalmente puedo comprar una acción o una obligación como inversión para que así las empresas se puedan financiar y recibir dividendos o un tipo de interés cada año. Pero también puedo comprar una acción a un precio determinado esperando a que suba para después venderla al poco tiempo. En este último caso hablamos de especulación. Los operadores de los mercados compran y venden acciones y otros títulos para ganar con las variaciones de precios, sin que tengan interés alguno por la actividad «real». Con los sistemas informáticos modernos es posible comprar y vender cualquier producto financiero miles de veces en una hora.

La realidad es que, tal como dice Andrea Baranes, presidente de Fundación Cultural Responsabilidad Ética, en una sola semana circula más dinero en los mercados financieros que en un año entero en economía real. Esto ocurre con el 98% de los capitales que circulan en el mundo. Las finanzas han pasado de ser un medio a ser un fin en sí mismas. Un vuelco completo de las prioridades, en el que las finanzas ya no están al servicio de la economía real. Lo último es el mercado de derivados: comprar, vender o intercambiar cualquier cosa en una fecha futura, pero a un precio que se establece hoy. Se trata de una verdadera casa de apuestas. De hecho, en el tercer informe de las Finanzas Éticas y Sostenibles en Europa elaborado por Fiare Banca Ética se señala que la banca tradicional solamente dedica a la economía productiva el 40% de sus fondos y que el otro 60% va a la especulación. 

La revolución que supusieron las tecnologías de la información, que permitían a las diferentes bolsas trabajar entrelazadas entre sí las veinticuatro horas del día sin detenerse, ha debilitado el poder de los Estados frente a estos gigantes de las finanzas. Como afirmaba el ex ministro francés Raymond Barre, ahora el sistema financiero internacional no cuenta con medios institucionales propios para enfrentarse a esta globalización y la apertura general de los mercados. Joseph Huber, profesor de la Martin Luther University, explica que la financiación especulativa subió espectacularmente desde los años ochenta, superando varias veces el crecimiento de la economía real. Este fenómeno se debe tanto a las nuevas tecnologías como a la titulización, pero sobre todo a la creación de dinero bancario que se refinancia tan solo en una pequeña parte por la base monetaria del Banco Central. Este dinero bancario se puede crear libremente para todos los sectores de la economía, por los bancos, bancos centrales y bancos en la sombra, cumpliendo ciertos requisitos y reglas, pero básicamente en cualquier cantidad que se considere apropiada. Por tanto, el problema no es la falta de financiación de la economía real, sino el exceso de financiación de la economía especulativa. 

Un sistema sin controles
¿Cómo ha sido posible este fenómeno? Pues porque según Janet L. Yellen, presidenta y directora ejecutiva del Banco de la Reserva Federal de San Francisco y de la Reserva Federal, el sistema financiero se ha vuelto muy complejo y ha habido una gran desregulación, sobre todo desde los años ochenta. Todo ello hace que ahora sea muy difícil su control y saber qué consecuencias pueden tener determinadas decisiones. La supervisión actual es desigual y fragmentada, además de estar llena de lagunas. Deberían eliminarse esas lagunas y solapamientos y las instituciones de importancia sistémica –bancos, aseguradoras o fondos de inversión– deberían estar sujetos a la supervisión consolidada de una sola agencia. Otra deficiencia que apunta Janet L. Yellenes es que el actual sistema carece de un proceso legal para que los supervisores de conglomerados financieros acaben con las actividades de las empresas fallidas de manera ordenada. Es decir, un marco de resolución para liquidaciones de empresas de importancia sistémica. En esta misma línea, Arribas Haro, de la Agencia Tributaria de España, añade que “los mercados financieros en la mayor parte de los países están escasamente regulados, existiendo una liberalización de las operaciones transnacionales, con ausencia de controles de cambio o límites a las entradas y salidas de capital. Esta libertad financiera ha permitido que el capital, cualquiera que sea su origen, lícito o ilícito, se movilice desde cualquier lugar para ser invertido en cualquier país, generando un desarrollo considerable de las bolsas de valores y de los mercados de capitales”


 En definitiva, estamos ante un sistema financiero fuera de control. Por una parte, hay actividades de inversión cada vez más diferentes y el capital financiero viaja de un sector a otro a medida que se crean y explotan las burbujas especulativas. Podemos afirmar que el sistema financiero ya no cumple la función para la cual se creó: captar ahorros y proporcionar financiación para quien la necesita. En la actualidad, gran parte de su actividad corresponde a operaciones especulativas, mientras que el sufrido usuario cada año cuenta con menos alternativas donde resolver sus problemas de financiación. 

Afortunadamente, en el horizonte están surgiendo otras propuestas más justas y razonables como la banca ética o la neobanca, que se presentan como un tipo de instituciones más responsables, sostenibles, eficientes, y que están dispuestas a ayudar al cliente a resolver su financiación con seguridad, sencillez y transparencia. Habrá que estudiar sus propuestas de servicios porque tal vez sea el único camino que le queda al sufrido usuario, en tanto las distintas administraciones se deciden a robustecer la regulación financiera y establecer normas claras sobre su funcionamiento, tal como propone Janet L. Yellen. 



luis sordo iglesias @sirgledo